25 mayo, 2007

Viernes Santo de 1931: carreras por las calles


(Artículo publicado en el Boletín de la Hermandad del año 2006)


Era un Viernes Santo como todos los demás, podía, incluso, ser igual que el de este año, pero, en verdad, se trataba de la Semana Santa de 1931. Sí, hace setenta y cinco años, justo once días antes de que se proclamase la II República. Y, como podremos deducir de estas páginas, los ánimos ya estaban bastante exaltados y solo hacía falta un “chispazo” (y eso es literalmente lo que sucedió) para desencadenar un suceso que, por suerte, no se convirtió en el más trágico de la historia de nuestra Semana Santa.

Pero nada hacía presagiar los lamentables sucesos que más adelante sucederían. El día 21 de marzo de 1931 (sábado) comenzaba a las siete de la tarde en la iglesia parroquial de Santiago el Septenario en Honor de Nuestra Señora de los Dolores. El Septenario constaba de exposición de S. D. M., estación, rosario, sermón, ejercicio, cánticos de los Dolores, reserva, bendición y Stabat Mater. El cura párroco de la iglesia, licenciado don Carmelo Coronel era el encargado del sermón de la mañana, y los coros y orquesta estaban dirigidos por el reputado profesor don José Sánchez de la Higuera. Dice La Crónica Meridional del día anterior: “Este septenario es una de las funciones religiosas que tiene adquirido más renombre en nuestra capital”(1).

Llegados ya al Viernes de Dolores, último día del Septenario, para celebrar la festividad de la Santísima Virgen de los Dolores, se celebraban en la Parroquia de Santiago misas de media en media hora, desde las siete a las diez, por los hermanos difuntos; a las ocho, la misa de comunión que administró el Excmo. Señor Obispo a todos los asociados que asistan con escapulario. A las siete de la tarde terminaban los cultos del solemne Septenario con exposición de S. D. M., rosario, sermón por el señor cura párroco, ejercicio del Septenario, Dolores cantados, solemne reserva que hizo el Excmo. Señor obispo, dando fin con el “Stabat Mater”.

Es de destacar, hasta ahora, la presencia del Señor Obispo como celebrante de la Misa el Viernes de Dolores, así como la gran importancia y repercusión que tenía el Septenario de la Virgen en la ciudad de Almería.

El Viernes Santo estaba repleto de actos y cultos en nuestra Sede Canónica. A las 4 de la tarde se realizaba un Vía Crucis en el Camino de San Cristóbal (tradición que hasta hace muy poquitos años se ha seguido llevando a cabo). Un poco después, a las seis de la tarde, se celebraba el Sermón de la Soledad predicado ese año en la Capilla del Servicio Doméstico por el Rvdo. P. Diego Navarro.

Toda la prensa local se hacía eco de todos estos actos y cultos, reservando gran espacio en sus primeras páginas. Así, en la edición del Heraldo de Almería del día 3 de abril, podemos observar con alegría una muy curiosa fotografía donde se puede apreciar la trágicamente perdida imagen de la Virgen de la Soledad encima del trono que utilizaba en esos años. Podemos ver que se trata de la antigua imagen de la Virgen de los Dolores, la cual vestía manto y corona que todavía se conserva y que actualmente luce el Viernes Santo. Muy interesante es poder contemplar la candelería que lucía el trono en sus esquinas, de gran tamaño dado que eran velámenes eléctricos, los cuales estaban también adornados por flores, al igual que el frontal del paso.

Hablando ya, en concreto, de la Procesión de esa noche, hemos de reseñar que la salida no está muy clara a qué hora tuvo lugar. Las páginas de La Independencia del día 3 de abril (Viernes Santo) afirman que la procesión tendrá lugar a las diez y media de la noche, pero dos días después (Domingo de Resurrección) comenta que fue a las 10 de la noche. En cambio, la Crónica Meridional de este último día explica: “Por la noche, poco después de las once, se celebró la de la Soledad”. La entrada en el templo fue a las dos de la madrugada.

Lo que sí que está claro es el itinerario que siguió la Procesión de la Soledad ese año de 1931: Tiendas, Mariana, Cervantes, plaza de San Indalecio (actual plaza de la Catedral), Eduardo Pérez, Real, Gravina, Sagasta, Paseo del Príncipe (actual Paseo de Almería), plaza de Nicolás Salmerón (actual plaza Manuel Pérez García), al templo. Llaman la atención varias cosas respecto al itinerario: cruzar por la calle de las Tiendas, bajar hasta la Catedral por la calle Cervantes, subir todo el Paseo hasta la Puerta de Puchena (quitando la calle de las Tiendas, hasta hace pocos años se seguía el mismo recorrido).

La Cofradía presentaba “los tronos de San Juan y el de la bellísima Imagen de la Dolorosa, que irán radiantes de luz y esplendor”. Esta imagen de San Juan ya había sido adquirida por la Hermandad en 1927, ya que hasta entonces realizaba la Estación de Penitencia con otra talla que se encontraba desde el siglo XVIII en el antiguo convento de San Francisco. El cortejo iba acompañado de autoridades locales y también por la banda de música municipal.

Como curiosidad, hemos de comentar que en este año 1931 solamente salían a la calle tres Hermandades (aunque una cuarta se acababa de fundar tres años antes: la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno). La prensa de la época recoge así el Vía Crucis del Cristo de la Escucha: “La procesión salió del templo catedralicio a las tres en punto de la mañana y ya a esa hora se hacía difícil el tránsito por los alrededores de la iglesia donde se había congregado una compacta muchedumbre. […] Devotos escuchaban de rodillas entregados a la meditación en tanto eran leídas las oraciones”. Con respecto al Santo Sepulcro, cabe destacar una parte de estas páginas: “amplias y ordenadas filas de cofrades que acompañaban al suntuoso trono de Cristo Yacente y a la hermosa imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que este año estrenaba el regio trono de caoba y adornos de plata, verdadero alarde de sobriedad y belleza de conjunto, que ha sido admiración general y que mereció las felicitaciones de todos a los cofrades. Aparecía la admirable carroza, artísticamente adornada con profusión de flores y derroche de luz.

Hasta aquí todo era normal e incluso nos podría recordar a cualquier Viernes Santo de nuestra historia cofradiera; nada hacía aventurar los tremendos incidentes que se producirían horas más tarde. Y es que lo que más me ha llamado la atención es lo parecido de lo sucedido con lo acontecido hace solo unos años en las calles de Sevilla: carreras, destrozos, pánico, etc., y todo sin que nadie supiese aún que es lo que pasó en realidad.

El primer incidente, según La Crónica Meridional, tuvo lugar en la calle Real a la altura del establecimiento denominado La Macarena (en la plaza Masnou): “La primera en la calle Real en el sitio más estrecho, porque algunos querían que parara la imagen para que cantara saetas un individuo, lo cual no se hizo, de lo que protestaron varias personas, siendo los primeros en correr algunos penitentes”(2).

Después vendría el percance más importante. Dice La Independencia: “En el Paseo del Príncipe (actual Paseo de Almería) fue verdaderamente digno de reproche ese correr de las gentes cuando ningún motivo lo justificaba. Las sillas y veladores de cafés y bares rodaron por el suelo, contribuyendo la rotura de servicios a hacer mayor la alarma y aumentar la confusión”. E incluso podemos leer más adelante: “En dos ocasiones más hubo conatos de desbandada”.

Si está relativamente claro que el primer incidente fuese propiciado por un saetero, no queda desvelado en absoluto el por qué de las demás carreras. Y es que, al igual que en Sevilla, nadie sabe por qué corría la gente por las calles. En La Independencia se dice: “Se nos asegura que la alarma de los primeros momentos tuvo su iniciación entre los penitentes de la Cofradía de San Juan, a los que se habían mezclado quizás con aviesos propósitos algunos instrumentos de la ruindad y el salvajismo”. E incluso en La Crónica Meridional afirman: “también algunos “graciosos” corriendo para causar alarma, como así ocurrió en prejuicio de los dueños de los cafés y bares”.

Cabe llamar la atención sobre el distinto tratamiento que le dan a estos incidentes los distintos periódicos de la ciudad, dependiendo de su filiación política. La Independencia, subtitulado Diario Católico, y La Crónica Meridional se hacen gran eco de estos terribles sucesos e incluso los denuncian con gran dureza. En cambio, el Diario de Almería, subtitulado Periódico Independiente, casi no lo trata, e incluso el Heraldo de Almería, subtitulado Diario Político, ni siquiera lo menciona.

Hay que tener en cuenta que, como hemos dicho antes, solamente estábamos a once días de la proclamación de la II República, años muy duros para la Iglesia y, por supuesto, para la Semana Santa. Por ello, los ánimos del pueblo estaban a punto de estallar y cualquier chispazo podía hacer estallar los nervios de unos u otros. Y eso fue lo que pasó (como hemos podido comprobar con testimonios de cofrades que lo presenciaron): fue un chispazo en la candelería del paso lo que propició todos estos incidentes. Hemos de tener en cuenta que cualquier cosa, por pequeña que fuese, podía desatar el pánico de la gente, pensando en que estaba ocurriendo cualquier revuelta o revolución.

Así, incluso dos días después del Viernes Santo, La independencia continuaba echando la culpa a los enemigos de la Iglesia: “hasta qué punto pueden llegar los manejos o maniobras de los eternos enemigos de la Iglesia. […] Algunos interesados en sembrar el pánico creyeron refocilar sus demoníacas intenciones”.

Es digno de resaltar el editorial que La Crónica Meridional realizó el Domingo de Resurrección titulado “El pánico”. En estas páginas podemos leer fragmentos como los siguientes: “Hubo carreras, desmayos de señoras, contusiones, ataques nerviosos, un susto fenomenal, que nadie se explicaba, y se comunicaban los unos a los otros, emprendiendo veloces carreras, atropellándose los unos a los otros, sin pararse a averiguar si había motivo fundado para ese pánico desmesurado”; “Al menor ruido por la procesión marchaba mientras se cantaban las saetas, por cosas nimias y bien pequeñas, las personas despavoridas corrían engendrando las unas en las otras un miedo insuperable, que parecía más bien que se andaban matando las gentes a tiros y puñaladas”.

Queremos terminar esta reseña histórica haciendo hincapié en que estas alarmas sociales, estas carreras injustificadas pueden producir numerosas desgracias y pérdidas muy valiosas, por lo que deberíamos tener la suficiente sangre fría, respeto y serenidad para, en una situación de este tipo, intentar ser responsables y evitar desgracias injustificadas. Porque podemos pensar que esta situación se dio en 1931 en un momento histórico en donde cualquier cosa hacía cundir el pánico, pero es que hace muy poquitos años pudimos ver a la gente corriendo como alma que lleva el diablo por las calles de Sevilla.
Baltasar González Pascual
Diputado de Cultura y Publicaciones


(1) Como curiosidad, señalar que el mismo día 21 tenía lugar en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús un Septenario de los Dolores promovido por la Congregación de la Buena Muerte, que desde 1911 había formado la Comunidad de los Padres Jesuitas y que formarían parte en 1941 de la actual Hermandad de las Angustias, que consistía en, por la mañana, a las ocho y media, Misa de Comunión general, por la tarde, a las cinco y media, Rosario ejercicio y sermón por el R. P. Juan Blardony, S. J.
(2) Incidente también reseñado en el Diario de Almería.