18 septiembre, 2011

Una Iglesia luminosa en la España de la concordia. Carta abierta a Pérez Reverte

El académico Arturo Pérez Reverte ha causado revuelo con su columna ‘Patente de corso’ que publica en XL Semanal, concretamente me refiero a la del 22 de agosto pasado. En ella, el conocido escritor pone voz a los extendidos deseos de gritarle las cuatro verdades al Sr. Presidente del Gobierno en ejercicio. Ha corrido como la pólvora el artículo, vía mail, que me llegó al día siguiente, el mismo 23 de agosto. Y todos regocijándose por el espartañazo tan bien dado a quien tanto mal nos ha hecho. No me hago eco de ese artículo por su tema, del que ya he opinado en estas páginas. Sino por una de sus afirmaciones, un decepcionante párrafo antieclesial, que llena de inquietud. Hacia la mitad del artículo, el famoso periodista, dirigiéndose al Sr. Rodríguez Zapatero, escribe: “Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas deja un Estado desmantelado, indigente, y tal vez en manos de la derecha conservadora para un par de legislaturas. Con monseñor Rouco y la España negra de mantilla, peineta y agua bendita que tanto nos había costado meter a empujones en el convento, retirando las bolitas de naftalina, radiante, mientras se frota las manos”.

Realmente, cuando se han vivido los idílicos años de la Transición, con gobierno de centro, y la saneada etapa del Sr. Aznar; cuando uno ve la maravilla de gestión en ayuntamientos gobernados por la llamada ‘derecha’, a muchos no nos van a meter el miedo a la derecha ni nos van a prevenir contra las ideas que ellos tildan de conservadoras, vista la reedición aumentada de las prácticas franquistas, obrada en España por los gobiernos ‘progres’.

Pero lo chocante es que Arturo Pérez Reverte hable de España negra de mantilla, peineta y agua bendita, relacionándola con el cardenal Rouco. El autor no toma el adjetivo negro en su sentido cromático habitual (y mucho menos en sentido racial alguno), sino en el significado peyorativo de ‘siniestro’ con que hablamos de la ‘novela negra’ o de un ‘negro porvenir’ y que los autores regeneracionistas usaban para referirse a la España negra como el compendio de nuestras más tenebrosas tradiciones. Y esto no puede aceptarse. Porque es una calumnia.

D. Arturo: nadie ha tenido que dar empujones a los católicos porque no estorbaban, sino que ellos han arrimado el hombro para construir una España democrática. Después de haber contribuido decisivamente a la Transición pacífica a la democracia en España, la actitud de la Iglesia Católica en la Transición y desde entonces es sencillamente ejemplar. Desde su propia identidad, ha mantenido una inalterable posición de independencia y mutua colaboración que la avalan como institución adaptada a la sociedad plural en que vivimos. La Iglesia defiende la libertad y la ejerce, también críticamente. Gana anualmente los referéndums de la clase de religión, las celebraciones sacramentales, las fiestas religiosas. Y obtiene goleada en servicio a los diversos tipos de pobres, como vemos con las víctimas de la crisis.

Es de las pocas instituciones con implantación nacional que se autofinancia, que se sostiene con la sola aportación de sus integrantes. Incluso aumentan quienes aportan voluntariamente a la Iglesia con ocasión del IRPF. Lo cual es clamorosamente contradistinto de la realidad económica de otras instituciones, como partidos y sindicatos. Que sí reciben subvenciones públicas solo por serlo.

Los pastores de la Iglesia hablan religiosamente desde su autoridad espiritual a los católicos, pero ofrecen sus palabras a cualquiera con buena voluntad y apertura intelectual. La Iglesia en España suele tener personas que aunan capacidad, virtud y juventud, incluso para el episcopado, a diferencia de quienes cubren otras responsabilidades civiles. ¿Es fácil reunir 30.000 voluntarios como ha tenido la JMJ? Eso no lo soportan quienes desearían asistir al sepelio del catolicismo hispano, ahora -de forma notoria- tan pujante y vivo.

El Arzobispo Rouco fue llevado por la Santa Sede a Madrid, que luego lo hizo cardenal, pero ha venido obteniendo también el respaldo de los Obispos, mayoritariamente, repitiendo así el record de duración al frente de la Conferencia Episcopal que ostentaba el cardenal Tarancón. Y ese es un mérito innegable. Al cardenal Rouco le avalan sus palabras, públicas y fácilmente contrastables, y le rescatan de tanta maledicencia, originada por el disgusto intolerante ante un catolicismo hispano que mantiene su identidad y se esfuerza por vivirla con sus propias fuerzas, no con hipotéticos amigos políticos.

Dice Reverte, que había costado meter en el convento a los católicos. O sea, su concepto de sociedad avanzada es idéntico al de Enrique VIII de Inglaterra, al esquema soviético y al de la Cuba castrista: prohibidos los derechos políticos para los católicos. Todo lo contrario a lo previsto en la Constitución española de 1978. Reflexione, Sr. Pérez Reverte. Tal vez sin darse cuenta, aun repudiando la España negra, comparta con Rodríguez Zapatero algún demonio del pasado, vgr. la negación de los ‘otros’.

Y si no le gustan la mantilla y la peineta, no dejan de ser prendas muy hermosas.