02 agosto, 2011

711 y 1936: años cruciales en nuestra historia

Este año 2011 se han cumplido 1.300 años de la batalla de Guadalete que pone fin a la España visigoda abriendo un nuevo período histórico clausurado ocho siglos más tarde con la definitiva reconquista de Granada por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. Nos alcanzó así el proceso de expansión militar protagonizado el Islam, tras derrotar a las estructuras políticas vigentes en Oriente y Occidente (como los Imperios persa y bizantino y el reino visigótico).

El rápido derrumbe hispano, tras una larga decadencia y una guerra civil, hacían temer en la Cristiandad que España se hubiera perdido para siempre. Pero Covadonga mostró que era posible resistir, y contraatacar. Como en el 732, diez años más tarde, se vio en Poitiers. Se emprendió, pues, la recuperación de España, la Reconquista. Según Claudio Sánchez Albornoz, la Reconquista incorporó definitivamente a España a la vida cultural del Occidente Europeo. Y, además, la cultura hispano-islámica es un recuerdo lejanísimo del pasado español. No existe una continuidad racial, social, cultural y anímica entre los hispano-musulmanes y los andaluces, como los habitantes de cualquier otro territorio español. Así lo expone el profesor Serafín Fanjul.

Esta fecha es buen momento para deshacer visiones edulcoradas sobre la dominación musulmana. Al-Andalus, aquel lugar idílico en el que habrían convivido los fieles de las tres culturas, es algo sin ningún fundamento en los textos originales. Las tres culturas vivían en un régimen de apartheid real. Eran comunidades yuxtapuestas, con regímenes jurídicos, económicos y de rango social distintos y con periódicas persecuciones muy cruentas como la sufrida por los cristianos en tiempos de Abderramán II o por los judíos en el siglo XII.

Mirando nuestra historia comprendemos que España, esa idea-fuerza, ese proyecto sugestivo de vida común, lo ha sido gracias a su deliberada europeidad. Hemos de afianzar nuestra identidad, para forjar un futuro libre de lo peor de nuestro pasado. Si se imponen los falsificadores, no nos extrañe que se repita la historia y, como ocurrió en la España del 711, la traición y la falta de conciencia de la propia identidad vuelvan a abrir el portillo al invasor. Es una desdichada coincidencia que en julio el gobierno haya mostrado su voluntad de conceder el voto a los marroquíes. Y que conozcamos la inacción de los poderosos musulmanes ante los problemas de Somalia.

Otra efeméride del mes que acaba es el inicio de la Guerra Civil de 1936-1939. En este tema también se van dando pasos a nivel académico para deshacer las tinieblas ideológicas que vienen falseando nuestra historia, incluso con la inaceptable pretensión de una historia dictada por el poder. Contribuyen de forma determinante a esta clarificación sendas publicaciones: el Archivo del cardenal Isidro Gomá -esperemos que los especialistas lo empleen más que lo han hecho con el archivo del cardenal Vidal i Barrraquer-. Y además la documentación del Archivo Secreto Vaticano sobre la Segunda República y la Guerra Civil, por el historiador y sacerdote valenciano Vicente Cárcel Ortí. Estos volúmenes explican la actividad de la Santa Sede y de los obispos españoles desde 1931 hasta 1939, años trágicos, en los que los partidos más extremistas de derechas e izquierdas, crearon un clima prebélico de violencia que llevaron al fracaso de la república y a una guerra fratricida.

La obra da a conocer por vez primera los despachos diplomáticos del nuncio apostólico de Su Santidad en España de 1921 a 1936, Federico Tedeschini; los apuntes del cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado y más tarde papa Pío XII, así como las cartas personales de obispos, ministros, diputados y políticos en general.

Los documentos demuestran que la Santa Sede y la Iglesia española acataron lealmente la república y quisieron colaborar con ella por el bien común. No obstante, muy pronto comenzó un ataque frontal con incendios de iglesias y conventos, con la discriminación de los católicos mediante una legislación sectaria y antirreligiosa y con una persecución religiosa sangrienta, manifestada ya en la revolución de Asturias (octubre 1934), que tuvo su momento culminante en la hecatombe de 1936 con miles de asesinatos de sacerdotes, religiosos y seglares, y la destrucción de un ingente patrimonio histórico-artístico que se perdió para siempre.

En la nueva etapa que parece avecinarse para nuestra nación, urge superar el odio reavivado en los años inmediatamente precedentes -el último episodio es el acoso a la basílica del Valle de los Caídos-, para volver al espíritu de concordia de la Transición, nuestro único futuro.

Francisco J. Escámez, sacerdote

Artículo aparecido en Tele Almería Noticias el 29 de julio de 2011