18 noviembre, 2011

La iglesia se desvive por las víctimas de la crisis, no es ella el problema

Sendas intervenciones del dirigente comunista, primero, y del candidato socialista, después, han lanzado graves acusaciones contra los católicos. De esta forma han metido a la Iglesia en campaña. Se repite así algo que no sucedía desde tiempos de la II República. Queda clara la involución de la izquierda. Parece que no quieren ser presidentes de todos los españoles.

Esas calumnias carecen de fundamento. El Sr. Lara desconoce que la Iglesia solo recibe el dinero de los contribuyentes que voluntariamente se lo dan. Y está empeñado en silenciar todavía más a la mayoría católica en la vida pública. Muy tolerante él. El modo de solventar la escritura de unas propiedades, indiscutiblemente eclesiales, invocado por el Sr. Rubalcaba, solo es una cuestión técnica, no un favor.

La irresponsable agresión ha tenido una respuesta de serenidad. La nota de los Obispos no entra al trapo, en perfecta coherencia con la habitual actitud eclesial en democracia. En realidad, han usado a la Iglesia como pretexto. No hemos escuchado aún ninguna propuesta de socialistas y comunistas para que los sindicatos y los partidos políticos se financien a sí mismos -como sí hace la Iglesia-, y dejen de tener tanto privilegio. Ellos sí que vulneran el principio de igualdad ante la ley.

Encima, les responde como se debe el Obispo de Córdoba, y un dirigente socialista cordobés le contesta que su palabra es prescindible. Menudos demócratas: la democracia se basa en la participación de todos.

Siempre, ahora tal vez más si cabe, deben ser respetadas las convicciones religiosas. Está claro que dan sentido a la existencia. Y para muchos son un estímulo para su propia mejora ética y para promover el bienestar social. Mal los que se burlaban de la fervorosa oración de la Sra. Sonsoles, esposa del Sr. Rodríguez Zapatero, en el Santuario del Rocío. Mal quienes buscan humillar al candidato del partido Popular por sus convicciones católicas.

El problema de España no es la Iglesia ni los católicos. Una consecuencia de la práctica de la libertad es rechazar cuanto nos merece repulsa. Aun sin llegar a evaluar las propuestas de uno y otro, las formas en el debate del 7 de noviembre entre dos candidatos a la Presidencia del Gobierno de la Nación, retrataron bien el talante ético de cada uno. Y su actitud democrática. No concuerda con la Constitución la falta de atención y de respeto al que interviene. De lo contrario aquello no es un diálogo. Y un moderador que no modera, porque así piensa ayudar al candidato que le simpatiza, abre las puertas a la anarquía. Una persona que no respeta a su oponente debe quedar descalificada para ocupar responsabilidades públicas. Su comportamiento incívico debe merecer la repulsa social. España quiere vivir en democracia, no bajo la coacción del más malvado. No es tiempo de enfrentamiento sino de unir esfuerzos.

¿Se presta suficiente atención a la tremenda situación real que encuentran los nuevos gestores llegados con la victoria de las pasadas elecciones municipales? Parece increíble que se actúe como si no existiera la ruina que vive nuestra población día a día, con Administraciones públicas que no pueden pagar, con empresas que cierran, comercios que se hunden, el auge del paro, con familias sin ayudas públicas, jóvenes sin porvenir… Estas personas pueden confiar en la atención de la Iglesia, por medio de Cáritas y muchas otras organizaciones, tan valoradas.

Conviene subrayar, contra las presentes calumnias, que la Iglesia no busca privilegios. Tampoco tiene por qué soportar agravios. Gane quien gane, la Iglesia habrá de seguir sirviendo a todos, en particular a los pobres. Los católicos seguiremos ganándonos a pulso el apoyo de cada persona, en las labores del día a día. Con la ayuda de Dios.

Artículado publicado en Tele Almería Noticias